El puente Maldecido

Más allá de la Isla Tiberina, antes del “Puente Palatino”, en medio del lecho del rio surge una ruina que suscita la curiosidad de quien la observa. Es el único tubo (es decir arcada) que queda del puente en mampostería más antiguo de la ciudad de Roma.

Más allá de la Isla Tiberina, antes del “Puente Palatino”, en medio del lecho del rio surge una ruina que suscita la curiosidad de quien la observa. Es el único tubo (es decir arcada) que queda del puente en mampostería más antiguo de la ciudad de Roma.


Este puente destruido casi por completo en la inundación de 1598, hoy se llama “Puente Roto”. Esta construcción en origen era llamada “Puente Emilio” porque se reputó fuera construida por los censores de Marco Emilio Lépido y Marco Fulvio Nobilitor en 179 a.c. (los mismos que havian construido en el corazón del Foro Romano la Basílica Emilia). Parece que su realización es anterior (241 a.c.), y tendría que estar echa por Manlio Emilio Lépido. En principio el puente era construido con sola madera, después en el 179 a.c. se construyeron los pilones en piedra y solo en el 142 a.c. se construyeron los arcos en mampostería. La pasarela en madera fue, en ocasión, sustituida con una en piedra. Se volvió el primer puente en mampostería de la ciudad, aunque, con 71 metros de longitud y 6 túneles, el más largo. Era particularmente importante porque conectaba las dos orillas del Tíber en un punto estratégico, de notable releve; en la orilla derecha, desde el primer periodo de la república, surgía la comunidad judía y la de los mercantes que, llegados en la ciudad, se quedaban allá, mientras en la orilla izquierda surgía la espléndida Puerta Flumentana, una de las aberturas de las antiguas Muras Serviane. Desde esta puerta se llega fácilmente al centro político y administrativo de la ciudad: el Foro del Campidoglio. En el 12 a.c. Puente Emilio fue restaurado por el imperador Ottaviano Augusto y, por esto, fue llamado “Puente Massimo”, por el echo de que el imperador era también Pontífice Massimo (la máxima autoridad religiosa de la antigua Roma). Este nombre fue mantenido asta 872 d.c., año en el cual un Papa, Giovanni VIII, transformó el antiguo templo de Portunuus (divinidad de los ríos) en la Iglesia de Santa María Egipciaca. Por este motivo el puente fue llamado “Puente Santa María”, nombre que quedó asta la mitad de el siglo XII cuando se cambió en “Puente Senatorio”. Fue renovado muchas veces, porque muchas veces fue lesionado además que destruido por las catastróficas llenas del Tíber. Ya renovado en la época imperial en el 280 d.c., fue casi totalmente reconstruido después de la inundación del 1230, hasta que después hubo más intervenciones en 1422, 1450, 1552 (por el proyecto de Michelangelo), en 1557 y al final en el 1575. En el 1598 una catastrófica inundación del río destruyó la mitad y nunca más fue reconstruido. De este esplendido puente quedaban solo, en medio del lecho del río, tres de las 6 arcadas las cuales, en la segunda mitad del 800, fueron conectadas con una pasarela de hierro en la orilla izquierda del Tíber. Cuando en el 1887 la pasarela fue removida, se derrumbaron también las dos arcadas mas cerca a la orilla derecha para dejar libre la construcción de los diques de confinamiento del Tíber. Así que se quedó un solo túnel (el que hoy vemos) que tiene esculpido en más puntos un dragón, símbolo heráldico de la familia Boncompagni, la familia de la cual Papa Gregorio XIII era parte que en el 1575 ordino la última renovación. En él medioevo empezó a circular la leyenda según la cual el Puente, por los muchos problemas, fuera maldecido. Esta fama era alimentada por los muchos accidentes mortales que lo interesaron en el curso de los siglos, parece que fuera el sitio “favorito”, sobre todo al principio del periodo medioeval para quien quería suicidarse. Además, está conectado un macabro episodio histórico. Parece que desde este Puente fue tirado en el Río el cuerpo sin vida de uno de los más maléficos imperadores de Roma: Eliogabalo. Parece que fuera tan odiado por la población, harta de su crueldad, que su cuerpo, antes de tirarlo, fue atado a una piedra para impedir que emergiera. Era el año 222 d.c. En realidad, la mala suerte del artefacto era más ligada a las modalidades por las cuales era construido que a una maldición. No solo era edificado en un sitio donde había un importante aumento de la velocidad de la corriente, pero había sido construido en una posición oblicua respeto a la corriente del río. Esto, en fin, aumentaba la resistencia del agua.    

 

Giuseppe Rosselli

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