El Colosseo

Se ha escrito mucho sobre el Anfiteatro Flavio no fuera solo por el echo que representa, el monumento mas famoso de el mundo. Lo que probablemente a sido menos analizado o, por lo menos, sobre cual se pone menos la necesaria importancia es el origen del nombre con el cual hoy es famoso: el Coliseo.

El elemento de este nombre que afecta es que la civilidad Romana nunca ha utilizado el nombre para desígnalo; este aspecto ha “desencadenado” históricos y literarios de cualquier tiempo para intentar comprender como tal nombre nació. ¿Cuál han sido las motivaciones que han hecho abandonar la más áulica y articulado definición clásica (Anfiteatro Flavio) para usar un término más popular sin embargo desconocido a los antiguos? El termino Coliseo, que aparece por primera vez en un escrito del VIII siglo d.c. del venerable Beda, un monje benedictino vivido en Inglaterra, en el condado del Sunderland, que por cierto en Roma nunca vino, se desarrolló en manera importante en el Alto Medievo. Por la tesis mas verdadera tal termino derivaría da las dimensiones colosales del monumento; claramente una elipse de 527 mt de ladrillos, opera de cemento y travertino, en origen alta 52 mt (hoy 48), podía afectar por sus dimensiones y impresionar. Lo llega a hacer también hoy. Pero esta no es la única hipótesis propuesta para explicar el nombre con el cual nosotros “modernos” lo conocemos. La historia nos sugiere que en las proximidades fuese colocada una gigantesca estatua en bronce del imperador Nerón la cual antes se encontraba em la Domus Aurea. De tal estatua, según algunas fuentes alta 36 mt y como tal la mas alta estatua de bronce construida jamás se menciona hasta 354 d.c. y probablemente fue perdida con el saco de Roma de Alarico el 410 d.c. ¿Es posible que tres siglos después el recuerdo de esta estatua haya sido tan fuerte como para influenciar la población local en la definición del Anfiteatro Flavio? Es difícil de decir. Mas sugestiva pero no menos improbable es la tesis que quiere el “nuestro monumento” coger el nombre de la cercana Colle Oppio en la cima donde se hallaba en la era clásica el Templo dedicado a la Diosa Isida. Esta divinidad egipcia, cual culto se desarrolló en el Urbe en manera importante al final del I siglo a.c., era la Diosa de la fertilidad, da la maternidad y sobre todo de la magia, así que era venerada en “Collis Isei”, el actual Colle Oppio. Desde Collis Isei a Coliseo, que frente a el se hallaba, el paso no parece tan imposible. ¿Que el nombre de este extraordinario monumento tenga algo a que ver con la ya mencionada magia? Y llegamos a la que, para el que escribe, es la tesis mas sugestiva. Después de pocos decenios desde la caída del imperio Romano de occidente el Coliseo cae en un estado de irreversible abandono. Convertido en una poderosa mina de piedra al principio del Alto Medievo, se transformo al principio en un sitio de encuentro de personas de ética cuestionable y después, antes de ser fortificado al principio de XII silo d.c. por la familia de los Frangipane, en un verdadero dormitorio para vagabundos de varia tipología. Pero hay también quien sostiene que en este se reunían sectas demoniacas los cueles sacerdotes, mostraban la efigie del maligno a los adeptos, eran solitos pedir: “¿Colis eum?”, es decir “¿lo adoras?”. De ahí por asonancia, Colis eum- Coliseo. Es una hipótesis fantasiosa cuanto particular que denota la singularidad de un monumento que en el pasar de los siglos ha “interpretado” varios papeles. Seguramente es muy interesante esta visión del Coliseo como templo demoniaco, mejor dicho, el principal templo demoniaco, como certificado por la , colección de cuentos históricos-literarios, escrita da el notario Armannino Giudice en 1325. Claramente se podría objetar que esta interpretación haya nacido, con el curso de los siglos y sobre todo en el Bajo Medioevo, alimentada por la Iglesia o mejor dicho por parte de ella que, viendo en el Anfiteatro Flavio el sitio en el cual fueron martirizados muchos cristianos (¡una noticia priva de fundamento histórico!) quería la demolición. La injusta muerte de muchos cristianos favorecía en algún modo el contacto con las entidades infernales. No es un caso que la fama de lugar en el cual se hacían reuniones demoniacas no se perdió ni siquiera en los siglos que vinieron; si pensamos a Benvenuto Cellinni, poliédrico artista renacentista, que asistió de noche junto a un querido amigo, a un rito satánico que le hice mucho miedo, tanto para provocarle (como el mismo describió con un lenguaje muy colorido) una fuerte flatulencia (“”). En la primera parte del quinientos se pensó incluso a la posible demolición en memoria de lo que, se retenía, hubiera representado. El viraje para nuetro “Coliseo” llegó a la mitad del ‘700 cuando Papa Benedetto XIV (precisamente el 1750) decidió hacer celebrar la primera . A partir de ese día “mágicamente” los rumores más o meneos velados sobre el Anfiteatro Flavio como punto de agregación de miembros de sectas demoniacas acabo, y el peligro de una demolición eventual, fue conjurado. Es singular concluir esta nuestra disertación sobre este extraordinario monumento, reconociendo como, no sabiéndose la real génesis del termino “Coliseo”, una de las tesis más fantasiosas haya contra distinguido en manera tanto evidente la de el mismo en los siglos sucesivos a la caída del Imperio Romano. 

 

Giuseppe Rosselli

 

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