Llegó a el millón de habitantes al final del I siglo a.c. (número increíble considerando la época), mil y seiscientos años antes de cualquier otra ciudad en el planeta (Londra llegó a tal nivel con el censo en 1600). Primera ciudad cosmopolita de la Historia, tuve una explosión demográfica y edilicia increíble si se considera que al principio del II siglo d.c. cubría un área de 1800 hectáreas y tenía un perímetro de 22 Km. Las técnicas constructivas de los Romanos (todavía ahora objeto de estudio) y su capacidad única de utilizar muchos materiales quedaron por siglos inalcanzables, convirtiendo el Urbe en la primera metrópoli en el mundo, el centro del poder más importante e influyente de la antigüedad. Continuó en tener un papel muy importante en la historia del Occidente también después de la caída del Imperio Romano (476 d.c) gracias a la presencia de la Iglesia Cristiana que la había elegida como sede y que, en el curso de los siglos, continuó enriqueciéndola con inmensos tesoros y obras de arte. Muchísimos artistas que, por la voluntad de los Pontífices que se sucedieron después de Pietro (imposible todos los Papas d.c. “constructores”, entre estos sobresalen seguramente Nicolás V, Julio II, Paolo III, y Urbano VIII) manifestaron su genio en Roma, aunque no hayan nacido allí: por ejemplo, los fenómenos del arte como Michelangelo, Rafael, pero también Caravaggio y Bernini. En el curso de los milenios el Urbe (en latín “urbs” que significa ciudad) ha visto reyes, cónsules y senadores, dictadores, emperadores y papas, ha asistido a la evolución de la entera parábola de la civilización Romana (una de las mas extraordinarias que el genere humano haya visto), a la afirmación del poder Papal y dio a la vida una serie de increíbles personajes que han hecho la historia de la cultura occidental y mundial. Hoy, aunque tenga sus notables contradicciones, mantiene encanto magnético que la hace diferente da cualquiera metrópoli; digna como ninguna de ser visitada no una, pero más veces, garantica al turista, de cada país del mundo, la sensación de haber vuelto a casa. Dotada de un clima particularmente templado que la hace ser visitable en cualquier periodo del año, ella tiene también una notable oferta enogastonómica y la posibilidad de comprar, en sus numerosas calles de compra, lo mejor que el “made in Italy” pueda garantizar. Venir a Roma no significa solo dar un paseo en el pasado, es también dar una vuelta en la propia interioridad descubriendo un poco de nosotros mismos. El Desiderio de quien escribe estas pocas palabras es que, con sus escritos, el lector pueda fantasear un maravilloso viaje para que sea inspirado en hacerlo.